Categoría: Kobe

Arima Onsen y el otoño japonés

Ya viste ayer como es el pequeño viaje que necesitas hacer desde Osaka o Kobe para llegar a Arima Onsen y hoy te enseño como luce la pequeña ciudad en estos días de otoño.

La verdad es que la ciudad tiene muchos menos atractivos que otros tantos pueblos japoneses, pero el hecho de llegar allí en teleférico y estar tan cerca de la naturaleza suma muchos puntos.

Nosotros salimos de la estación y tras dar una pequeña vuelta por las calles principales nos dirigimos al parque Zuihoji que, como podrás ver en el video conformaba un paisaje de ensueño.

No teníamos demasiado tiempo, unas dos horas para explorar el pueblo, ya que teníamos que salir del onsen como tarde a las cuatro para poder tomar los teleféricos y autobuses de vuelta a casa.

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Dos teleféricos hasta Arima Onsen

Hace unos días mis suegros se fueron de onsen. Esta actividad tan japonesa puede consistir en ir a los baños públicos de la esquina a lavarse bien lavado y relajarse un poco o en algo un poco más complejo y divertido. Siempre, en algún punto de la región existe algún onsen con mucho nombre, con mucha fama. Suele estar en algún pueblecito de interior, preferiblemente montañoso (aunque también hay alguno de playa muy conocido) y todos los días recibe cientos de visitas de familias o parejas que han decidido escaparse una jornada o un fin de semana.

El caso (no me dejes solo que me enrollo que no veas) es que se fueron a Arima Onsen,en Kita-ku (provincia de Kobe) y volvieron con dos pases extras para que también fuéramos nosotros otro día. El pase incluía el trayecto de ida y vuelta de autobús y los dos funiculares que se necesitan para llegar a la famosa localidad-balneario, uno de los tres más viejos del país, y por supuesto, un baño en uno de los diferentes onsen que se encuentran en el área. La tarjeta cuesta 2300 yen (unos 23 euros), un precio más que razonable.

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Alquilar un piso o como perder tus ahorros en 7 días

Hace tres días dejamos la entrada para el alquiler de nuestro nuevo piso en Osaka. El proceso está siendo un poco complejo y costoso pero he de decir que hemos tenido un poco de suerte.

El primer afortunado soy yo, porque siendo extranjero, sin hablar demasiado japonés y con unos ahorros bastante limitados, si no hubiera tenido cerca a mi mujer y familia, hubiera sido muy, pero que muy difícil. Un día de estos os hablaré de las numerosas contradicciones en los que un gaijin (extranjero) se las tiene que ver cuando vive en Japón.

Para que os hagáis una idea de que va esto, porque en Japón las cosas funcionan un poco diferente.

Cuando vivía en Valencia, y quería cambiar de vivienda normalmente contactaba con algún particular (intentaba evitar agencias inmobiliarias) visitaba el piso y si a ambos nos parecía bien,pagaba una fianza y como mucho un mes de alquiler y hasta luego Lucas. En mi etapa en Estados Unidos fue algo similar, visité a un particular que se anunciaba en Craigslist, pagué una fianza equivalente al alquiler y a vivir. Si cuando vencía el contrato o decidía mudarme, si todo estaba en regla, se me devolvía la fianza. Fin de la historia.

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La canción de Doraemon en un supermercado de Kobe

Siempre me ha llamado la atención el uso de los «jingles» (con origen radiofónico, las cancioncillas utilizadas en los anuncios: «yo soy aquel negrito del África tropical o Vuelve a casa vuelveeeee, por ejemplo) en Japón y la importancia que se les da.

Tanto si estás esperando el tren en la estación como si estás dentro de un centro comercial (Bic Camera, Yodobashi, Don Quijote, Labi… ) esas canciones puñeteras, pero tan entrañables se te pegarán al cerebro y estarás tarareándolas todo el santo día.

Cada dos por tres le digo a mi mujer: Asami, Japón es el país del LocoRoco, no te olvides

Ya no me sorprende ir por una gran avenida escuchando melodías diferentes cada medio minuto o estar en casa solo y encontrarme a mi mismo haciendo el payaso con una de esas piezas musicales, pero, de vez en cuando me pilla alguna por sorpresa y me entra la risa floja.

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Primeras impresiones de la burocracia japonesa

Llegué a Japón el pasado martes por la noche (hora local) y ya he tenido que enfrentarme con la burocracia hasta en tres ocasiones y he de decir que por ahora el balance es más que positivo. Especialmente si tenemos en cuenta la odisea que supuso casarse en España y obtener todos los papeles necesarios para la tarjeta de residencia de Asami y demás historias.

Nada más llegar a Japón, si cuentas con un visado especial de residencia has de pasar por una cola especial para extranjeros donde, tras registrar tus huellas y mirar al pajarito ( a la cámara, se entiende) te dan una flamante tarjeta de residencia, en este caso para un año extendible. También te entregan un papel explicándote que tienes que ir a la oficina del ayuntamiento más cercana a tu domicilio y registrar tu dirección en un plazo máximo de 90 días o perderás tu condición de residente en Japón. Es obligatorio llevar siempre encima la tarjeta de residente, con la dirección postal escrita en la parte de atrás de la misma o te puedes meter en algún problema. El trámite fue bastante rápido, más o menos 15 minutos de cola y menos de 5 minutos para registrar huellas y fotografía. Mientras lo llevaba a cabo, Asami recogía las maletas, así que no supuso un tiempo extra de espera. Salí de allí con la tarjeta en la mano cuando tenía entendido que te la enviaban a casa. Un problema menos, pensé.

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