De Tokio a Hiroshima, siete días y un Japan Rail Pass I
Capítulo 1. Nagoya y Magome
Mi vuelo salía desde Madrid. La noche anterior me había hospedado en un hotel muy cercano a la zona de Chueca. Quería despertarme con tiempo, y pasar por la agencia japonesa de viajes para recoger mi Japan Rail Pass. Como no tenía mucho dinero, elegí el de una semana. Pensé que sería suficiente para visitar las principales ciudades japonesas.
Ya en Tokio, terminé de cerrar mi hospedaje. Tras los buenos comentarios de amigos y conocidos, me inscribí en Coach Surfing y empecé a buscar.
Para quien no lo sepa, Coach Surfing es un portal de internet en el cual los miembros ceden un sofá, o una cama en el mejor de los casos, a los viajeros que pasan por las respectivas ciudades. Si esto no es posible, se comprometen a tomar un café o enseñar la ciudad. Es un intercambio muy interesante y económico.
Una vez cerradas las seis noches, decidí la semana en que iba a viajar, creo que fue en la estación de Shinagawa donde sellé my JRP y me preparé para empezar mi recorrido.
Elegí noviembre, un mes después de mi llegada a Japón, pensé que sería una época fantástica para descubrir Kioto, y no me equivoqué en absoluto.
Mi primera parada iba a ser Nagoya, había quedado con Mai, una chica japonesa fanática de lo kawaii (cosas monas). Me impresionó su casa, prácticamente cubierta de color de rosa, con osos amorosos por aquí y por allá. Vivía muy cerquita del templo más famoso de la ciudad, el Osu Kannon, así que con nikkuman ( bollo chino relleno de carne) en mano fuimos a echarle un vistazo. A dos pasos de allí, se encontraba también el curioso Oosu Shoutengai.
La verdad es que Nagoya, como ciudad, me interesaba poco así que le pedí a Mai si me podía explicar como llegar a Magome, un pueblecito con mucho encanto del valle del Kiso, ya que había que tomar varios trenes y un autobús, con todas las dificultades que esto conllevaba.
Mai, me dijo que había solicitado el día libre, y se ofreció a acompañarme a visitarlo.
Llegamos a Nakatsugawa, una ciudad que servía de enlace con Magome y donde se tomaba el autobús. Como teníamos una hora muerta decidimos sentarnos a comer en un restaurante. Yo me decanté por tenpura soba como podéis ver en la fotografía.
Magome era un pueblecito de lo más pintoresco, muy tradicional y restaurado recientemente. Se circulaba por un camino de piedra y a ambos lados descansaban antiguas viviendas. Este pueblo era parte de la ruta Tokio-Kioto en el periodo Edo, tiempo en el que vivió unos años de buena salud y abundancia hasta que llegó el ferrocarril y decidió tomar una ruta diferente. Esta decisión trajo la pobreza a Magome.
En las últimas décadas, con su reconstrucción, Magome está viviendo una segunda juventud, muchos son los turistas que lo visitan y lo recomiendan.
Además, en la parte alta del pueblo hay unas vistas muy bonitas, según hacia donde miréis podréis encontrar el monte Ena u otras cordilleras montañosas. Por esa zona tomé una de las fotografías que más sensaciones me despierta.
Volvimos a Nagoya, no antes de probar un típico dulce japonés, y una vez allí me ofrecí a comprar todo lo que necesitaba para cocinar algo típico español. Era lo mínimo que podía hacer después de su hospitalidad.
Después de cenar, tuve que hacer frente a uno de los dolores de cabeza que me persiguieron durante los tres meses que estuve viviendo en Tokio: conseguir dinero metálico, y no me refiero a atracar supermercados.
No sé cual era la razón técnica, pero con mi tarjeta de crédito española no podía sacar dinero de los cajeros electrónicos de ningún banco japonés, con lo que me veía obligado a buscar una oficina de Citibank cada vez que necesitaba dinero en efectivo. Cosa que ocurría con bastante frecuencia debido a que muchos negocios japoneses no aceptan tarjeta.
Mai, muy amable otra vez, me prestó su bicicleta y di un paseo nocturno por Nagoya en busca de la susodicha oficina. Siempre me ha gustado ir en bicicleta de noche, disfrutando de la tranquilidad y de las luces de la ciudad, y hacerlo en Japón por primera vez, era algo totalmente disfrutable. Me llevó unos 20 o 30 minutos, tomándome mi tiempo, sin abusar, eso sí.
No fue mala idea acercarse a la zona de Sakae de noche.
Ya de vuelta a «casa» dejé la bicicleta, le di las gracias a Mai y me acosté en el futón. Tenía que descansar para los próximos dos días en Kioto, donde seguro que iba a consumir mucha energia.
Curioso lo del dinero en metalico, y como en un pais tan avanzado haya muchos negocios que no acepten pago por tarjeta…
Gracias por el nuevo post
No hay de qué! gracias a tí por leer. Sí, aunque es verdad que se van poniendo las pilas y por supuesto en las grandes empresas no hay problemas para pagar con tarjeta, aún son muchos los comercios que no tienen el hábito. Ya estoy preparando el segundo capítulo del viaje, a ver si mañana lo publico 🙂
Buenas David, siempre un placer leer tus historias y ver las fotografías.
Siempre un placer recibir comentarios de tan fieles seguidores 😉 me alegro de que te guste
Otro sitio para visitar: Magome. Por lo que he visto en las fotos tiene que ser increíble estar en ese pueblo… ¡Tus fotos son fantásticas!
Muchas gracias. Sí, el pueblo tiene mucho encanto, y si tienes tiempo, por la zona hay otros pueblos también muy bonitos.
A mi me da algo de temor eso del Coach Surfing