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La roca que abrió el cielo
Dice la leyenda que Yoshitsune Minamoto, uno de los más celebres y temibles guerreros samurai de la historia del Japón, huía hacia Oshu cuando empezó a llover violentemente. No iba solo, le acompañaba su fiel vasallo Benkei, con el que compartía una férrea y apasionada amistad. Lo cierto es que esto no fue siempre así.
Años atrás, durante las guerras Genpei, Minamoto se tropezó con un extraño monje sôhei. Alto, fuerte y sorprendentemente rudo para un hombre de su condición.
Seguramente, el valiente samurai nunca hubiera perdido un minuto en semejante espectáculo, tenía en su cabeza cientos de preocupaciones y no necesitaba una más, pero el destino quiso que estos dos hombres cruzaran más que palabras.
La multitud se amontonaba en las cercanías del puente Gojo en Kyoto viendo, atónitos, como aquel monje desafiaba a todo aquel que se atreviese a cruzar el punte. Nadie sabía con certeza cuando había comenzado tal campaña pero de lo que no había ninguna duda era que junto a él descansaban 999 espadas, una por cada oponente que había batido en duelo.