Haruki Murakami, Twin Peaks y diCorcia
En cierta medida descubrí a Haruki Murakami gracias a Chihiro.
Había oído hablar de él, pero todavía no me había animado a leer alguna de sus novelas. En una de nuestras primeras conversaciones le comenté que estaba interesado en él, que si era verdad que su narrativa recordaba a Paul Auster, si solía mezclar lo fantástico, lo onírico, lo imprecidible con la vida cotidiana.
“Eso es exactamente lo que Murakami hace”. Me dijo ella.
Empecé con Crónica del pájaro que da cuerda al mundo (publicado en Japón en 1994) y rápidamente mi cabeza empezó a realizar conexiones con el mundo del cine. Pese a su estilo personal ( y a menudo inclasificable) era evidente la estrecha relación “visual” y temática con el cine de David Lynch. Pasillos eternos, habitaciones de hotel misteriosas, la fusión entre lo onírico y lo real, personajes bizarros, el simbolismo.
Murakami comparte con Lynch esa habilidad para encandilar al lector/espectador con un discurso hipnótico, que aunque muchas veces carece de sentido o de explicación racional llega a lo más profundo de nuestro subconsciente.
Más tarde descubrí leyendo una entrevista a Murakami que durante el tiempo que se mantuvo en antena, el escritor estuvo obsesionado con Twin Peaks, y que a día de hoy se considera un fanático de Lost ( incluso compró la casa en Hawaii donde se rodó la primera temporada).
La inquietud y el desasosiego están presente en prácticamente todas sus novelas, en ocasiones camuflada con el tono amable de sus personajes. Es inevitable pensar en Edward Hopper o el fotógrafo Philip-Lorca diCorcia cuando una está inmerso en su universo. No hay más que leer Norwegian wood-Tokio Blues ( y sí no que le pregunten a Sofía Coppola) o la novela menor, pero también interesante, After Dark para colorear esas palabras con el trabajo de estos artistas.
Una vez más, la ficción en la realidad, la realidad en la ficción. Vidas insignificantes que aterrorizan por el temor a la comparación y la consiguiente interiorización.
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